+ Testimonios Jóvenes del EEJ2015

24.08.2015 10:40

Después de 15 días seguimos recibiendo testimonios muy especiales del Encuentro Europeo de Jóvenes. Esta vez lo comparte Juan Pablo García Azuara (en la foto el segundo comenzando por la fila superior derecha), joven madrileño que disfrutó de esta maravillosa experiencia con todos nosotros, ¡muchas gracias!


"Mi testimonio es más bien un relato personal de lo vivido en el Encuentro y de lo que la llevó a conformar como una experiencia única.

Así pues comenzaré y como un viaje empieza cuando decides viajar, empezaré relatando mi experiencia en el Encuentro Europeo de Jóvenes desde el momento en el que me apunté. Era el último día para inscribirse y había estado retrasando el momento de preguntar por la inscripción varios meses, mi fe no estaba en su mejor momento y había caido en una rutina próxima a la obligación; realmente no sabía si me apetecía ir; finalmente me decidí a preguntar (al límite) por lo necesario para apuntarse sin contar con ir, dado que faltaban horas para que concluyese el periodo establecido. La casualidad (aunque todos sabemos que no existe tal cosa) llevó a la persona a la que pregunté a interpretar mi desganada pregunta como una ansiosa petición para apuntarme y me puso en contacto con el encargado de las inscripciones que "casualmente" estaba a punto de hacer los ingresos y apuntar al grupo y que me dijo que con un poco de su "enchufe" sólo necesitaba cuatro de mis datos. En cinco minutos ya estaba apuntado e inscrito en un viaje al que no contaba con ir seis minutos atrás y al que iba conociendo a gran parte de la gente del grupo pero sin saber lo que se iba a hacer.

Partiendo de esta premisa, pasaron las dos semanas para el encuentro y siguiendo el consejo de mi "enchufe" para el encuentro, iba para "dejarme sorprender".

De esta forma llegué a Ávila, un poco perdido en más de un sentido. Tras los emotivos reencuentros con los amigos me planté allí delante de una muralla y un escenario a dejarme sorprender. Tras la intervención del obispo en la inauguración del Encuentro yo estaba convencido que era uno de los que había ido a pasar unos días de "buen rollito" con los amigos. La primera noche pasó como cualquier otra, quizás un poco impresionado por la buena energía que desprendió el acto de la inauguración pero que tampoco distaba mucho de la JMJ que viví hace 4 años.
Así empezó el segundo día en el que el primer momento de emoción lo supuso nuestro segundo taller, el voluntariado en la residencia con un momento en el cual sentí que el tiempo era diferente y pude ver en un instante que casi todo el mundo sonreía y supe que bien las personas que me acompañaban, la labor que estaba haciendo o la situación general tenían algo especial. Sinceramente, eso me alegró lo que quedaba de mañana pero a modo de prueba llegó la comida del primer día y creo que a la mayoría supuso un test físico, mental y espiritual y en el que en mi caso todo lo bonito de antes quedó relegado a una falta de paciencia poco cristiana. La comida pasó y afortunadamente quedó en el pasado el resto del Encuentro. Llegó la tarde y debo confesar que el siguiente momento no lo tuve en la misa, fue en la visita al lugar donde santa Teresa de Jesús nació y donde tuve un bonito momento de oración. Esa misma noche me sorprendió la energía que envolvió al concierto y me vi bailando con miles de jóvenes canciones de letra católica como si fuesen hits de discoteca, algo que no había vivido en la JMJ de Madrid y que me hizo darme cuenta de que estos jóvenes eran tan especiales por no tener nada de especial, al menos por fuera.

El tercer día amaneció y yo tampoco notaba nada nuevo y si bien la catequesis con el obispo no fue anodina tampoco la asimilé con mucha devoción. La tarde fue divertida con la gymkana de las moradas y la mesa redonda de los famosos pero no fue hasta la noche cuando se produjo el primer momento que me tocó el corazón y fue cuando escuché a esas miles de personas con las que había estado bailando esa misma noche y la anterior cantar al unísono "Nadie te ama como yo"; algo saltó en mí que me emocionó hasta el punto de soltar alguna lágrima. Efectivamente ese grupo era especial y mucho más de lo que había pensado la noche anterior.

Llegamos al penúltimo día y con él al retiro de oración, un momento en el que estamos solos con nosotros mismos y nuestro interior, tan enfrascado en mí estaba que oía alguna frase suelta del cura que estaba guiando el retiro pero no el discurso completo. En un momento de esa reflexión decidí que era el momento de confesarse, quizás no por el tiempo sin ir, sino porque necesitaba sincerarme conmigo mismo y con Dios. Debo confesar (valga la expresión) que fue una de las mejores confesiones que he tenido la suerte de vivir, sin juicios ni reproches solo perdón y el impulso para ser mejor, algo cercano y que realmente me dejó ganas de renovarme como persona y como cristiano. Fue esa tarde cuando tuve el momento más emotivo de todo el encuentro, en el taller de "Primer Anuncio" tuve la suerte de tener otro espacio de oración esta vez en pareja; la dinámica consistía en hablar con esa persona y pedir por ella. Compartí este momento con mi primo y es sorprendente el darte cuenta de cómo con una persona con la que llevas toda la vida no te habías parado a hablar de cosas fundamentales, a rezar con él un momento o a dar gracias por haber puesto a esa persona en tu vida. Tras ese taller mi visión del Encuentro había cambiado, ya sólo por ese momento mi espíritu agradeció haber ido. Esa noche la Vigilia también me llegó con las palabras de santa Teresa, las canciones y esa homilía tan cercana y que describía tan bien lo que había experimentado esos días, daba gracias por haber encontrado al final esa "Conexión Wi-Fi" que llevaba tantos días buscando.

El último día para mi fue menos espiritual quizás por el subidón del día anterior, por el desorden de horario o por el calor, pero si bien fue menos espiritual debo admitir que fue un momento para valorar a las personas, a esos amigos que Dios había puesto junto a ti pasando calor y que rezaban junto a ti en una misa cuanto menos, emocionante.

Y esta fue mi experiencia: me dejé sorprender por el encuentro y el encuentro me sorprendió, no con sorpresas sino con momentos; momentos con gente nueva maravillosa, momentos para redescubrir a gente conocida, momentos de alegría distinta a cualquier otra, momentos de auténtica oración, momentos para enfocar de verdad el futuro y momentos que renuevan tu fe y tu persona.

Doy gracias por haber vivido esta experiencia que no pensaba haber vivido y doy gracias por la fe que Dios me ha vuelto a regalar y que cada persona que Él ha puesto en mi camino ha ayudado a sostener y a los que puedo llamar a partir de ahora amigos fuertes de y en Dios."